La Muerte del Sueño Americano

Arte

4 mar 2025

por Pablo Moreno Esbrí

“La muerte de un viajante” es la obra más conocida del dramaturgo estadounidense Arthur Miller, una de las grandes figuras de las letras americanas del siglo XX. Esta obra, estrenada en 1949 con gran recepción por parte de la crítica especializada, nos narra la historia de Willy Loman, un viajante de 63 años del Nueva York de mediados de siglo, que ha tenido un éxito más bien escaso. A pesar de ello siempre ha pregonado las bondades del capitalismo, y se ha encargado de inculcar a sus hijos los valores del trabajo duro y del sacrificio, y aún sigue pensando que todo su esfuerzo se verá recompensado.

La obra se centra en los últimos días de este personaje, cuando debido a su avanzada edad comienza a sufrir alucinaciones que hacen que realizar su trabajo sea terriblemente arriesgado. Cuando va a reclamar a su jefe un puesto que no requiera moverse en automóvil, apelando a su fidelidad con la empresa y a la ingente cantidad de tiempo de su vida que ha dedicado a un negocio que ni siquiera era suyo, este le despide. Este suceso le empuja a sufrir alucinaciones aún más graves, y por último, Willy se acaba suicidando para que su familia pueda cobrar su seguro de vida.


Muerte de un viajante (1951), Laslo Benedek.


Una parte importante del público criticó el sesgo tan claramente anticapitalista que destilaba la obra. En un periodo donde EEUU se había erigido como una potencia mundial inalcanzable salvo por la URSS, y que exportaba a través del Plan Marshall el modo de vida americano al viejo mundo.


Esta pieza constituyó un ataque a todas aquellas ideas que movían los engranajes de la maquinaria capitalista del fordismo, y por extensión, un ataque directo al corazón latiente de los EEUU como nación, a la idea del sueño americano.


Factoría de Ford en Minnesota


En la obra vemos una crítica feroz a esta noción meritocrática, que devora todo a su paso y desecha a aquel que ya no le sirve, pero que sigue teniendo fieles y devotos, y sigue siendo pensado en el imaginario colectivo como una realidad. Willy Loman verdaderamente cree en esta idea, vive toda su vida a través del prisma que ella le ofrece, e incluso les inculca estas nociones a sus hijos, con tal de que lleguen a ser alguien en la vida.


Pero con el paso de los años, esta muerte del sueño americano, este descubrimiento del trampantojo que representa, ha mutado para adaptarse a una sociedad que cada vez menos la siente como verdadera.


Y de todas las piezas culturales que así la representan, quizás la serie de animación “Los Simpson” sean una de las más certeras.


La serie sigue a la familia Simpson, una representación de una familia americana estándar de clase media. Aunque la serie no tiene un protagonista como tal, uno de los personajes a través de los cuales giran la mayoría de las tramas es Homer Simpson, el patriarca de la familia. Homer es un hombre de mediana edad que se vio forzado a entrar a trabajar en una central nuclear cuando su novia de la universidad, Marge, se queda accidentalmente embarazada. En el momento en el que transcurre la serie, han tenido ya tres hijos, y Homer sigue encerrado en su mismo trabajo de siempre.


Aunque el canon de la serie es laxo y confuso, sabemos que la vida que lleva ahora Homer es una frustración para él, que soñaba con ser estrella del rock. La enajenación que le causa un trabajo que detesta no se ve satisfecha tampoco con la familia, ya que abusa verbal y físicamente de su hijo mayor y se pasa la mayor parte de su tiempo libre en el bar, dando rienda suelta a un alcoholismo con el que busca enmascarar lo decepcionante de su existencia.


Factoría de Ford en Minnesota


Y he aquí donde vemos las mayores diferencias entre ambas piezas culturales. Mientras que Willy Loman trabaja a destajo en pos del sueño americano, que le prometió el éxito si él estaba dispuesto a realizar el sacrificio, Homer apenas si se ve movido por estas motivaciones tan ambiciosas, y simplemente utiliza el oficio para tener un sustento y un medio de vida.


Mientras que Willy se encarga de inculcar los valores de la sociedad capitalista a sus hijos, Homer ni siquiera hace muestra de enarbolar él mismo dichos valores, y la tendencia que se le puede ver en la serie se encuentra más cercana a la apatía.


Si en “Muerte de un viajante” veíamos el sueño americano como una idea que movía a las personas, aunque en última instancia las traicionara, en “Los Simpson” vemos el paso siguiente y lógico: un sueño americano que ya ni se presenta como tal.


El sistema no tiene alternativa, no existe ese espejismo de progreso que iluminaba los futuros de los estadounidenses del fordismo maduro y sin la capacidad física de imaginarse nuevos horizontes, lo que nos queda son los mismos desechos pero marcados con el estigma de la desidia, que se han arrastrado por la vida sin sueños ni ambiciones.


Cola de mendigos durante la inundación de Louisville, 1937, tomada por Margaret Bourke-White.

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